Friday, September 8, 2017

The Big Jump


Yes, it´s true. Hace bastante que no escribo. Mucho. Y sinceramente creo que estoy a pique de que mi cabeza explote por culpa de esta acumulación de ideas non stop que manejo. Y es que, después de tanto tiempo viviendo conmigo misma, debería haber aprendido ya que para mi equilibrio vital (y el de los demás) ametrallar papeles con pensamientos es fundamental. Porque no hay nada mejor que echar fuera las creaciones cerebrales que saltan de neurona en neurona, para que, de esa manera, dejen de incordiar tanto. Pero, mire usted, más vale tarde que never y aquí me hallo, con la metralleta cargada y dispuesta a desembuchar.

Llevo varios meses con el brain a una velocidad vertiginosa y os comunico (a los que no os hayáis dado cuenta si es que queda alguno) que va incluso más veloz de a lo que acostumbro (y acostumbro a velocidades top mil millones al cubo). Lo de “pienso, luego existo” lo llevo a rajatabla y estoy existiendo más que nunca y a todo trapo. Aunque lo bueno de todo esto y lo que me mantiene zen es que existe una razón behind all this. Y es que, señores y caballeras, mi alma, mi cuerpo, mis entrañas, todas mis energías y hasta mi último pelo del bigote (sí, amigos, no lo veis porque en este país no hay luz enough) me han instado a hacer un cambio radical en mi vida. Un cambio de los de dar volteretas ninja, un cambio de los de “Joder, qué susto, ¿qué carajo estoy haciendo?”, un cambio de esos de “con dos cojones (y más susto que vergüenza)”, un cambio de los de quedarte con el culo al aire. Sin más. Así que aquí ando, con la lengua fuera y montada en una montaña rusa a todas horas. De arriba abajo y de abajo arriba. Pero feliz.

Y para celebrar este salto vital que me ha costado milenios dar (el cual prometo relatar con pelos y señales) y gracias a los que han sido mis compañeros de fatigas durante años, me voy a tirar de un avión. Como lo leen ustedes, me tiro en paracaídas. Y punto. Y voy a dar un salto LITERAL y a celebrar este cambio por todo lo alto (nunca mejor dicho). Así, sin más. MAÑANA. Sin anestesia. Tal cual. Volando voy, volando vengo. Y NO HE ESTADO MÁS ACOJONADA EN MI VIDA. Tanto que de repente he sentido la gran necesidad de escribir algo antes de emprender el viaje a la drop zone, por si me da por desaparecer del planeta de esta manera tan surrealista. Para decirle a todo el mundo que la vida es maravillosa aunque a veces quiera uno mandarlo todo a tomar por culo. Pero que salga el sol por Antequera, señores y caballeras. Que yo mañana VUELO.


(Pd: gracias INFINITAS a todos mis compañeros de F+P por permitirme vivir esta experiencia.)

Sunday, May 21, 2017

Analysing The Tube


El hecho de vivir en una ciudad tan gigantesca como Londres hace que, sí o sí, tengas que dejarte el sueldo y la paciencia en el transporte público y, más en concreto, en el metro (a no ser que tengas todo el tiempo del mundo y el alma de Forrest Gump y te dé por ir andando a todas partes). Es cierto que el tube de Londres tiene mucho de positivo (al fin y al cabo sin él no llegaríamos a ninguna parte), pero sin duda no se puede dejar de lado el estrés que supone meterte en esos túneles bajo tierra a la vez que lo hacen miles de personas.

1. HISTORIA

La historia del metro de Londres comienza con la celebración de la Gran Exposición en 1851 cuando se materializó el proyecto de construir accesos subterráneos al centro de la ciudad (un proyecto que surgió de la necesidad de solucionar los problemas de comunicación, logística y congestión surgidos con la llegada de la Revolución Industrial). El avance de la tecnología, en concreto el paso de locomotoras de vapor a trenes eléctricos, fue el impulso definitivo para poder conocer a The Tube, como lo conocemos hoy.

Hoy en día el metro de Londres es la mayor red de trenes metropolitanos del mundo. La longitud total de sus líneas es de 408 kilómetros, de los cuales 181 son bajo tierra. Existen 275 estaciones por las que pasan más de 3 millones de usuarios cada día (3 millones de usuarios con los cuales compartes batalla cuando vas de un lado a otro).

2. PEAK HOURS NIGHTMARE

Un viaje en el Tube de London puede resultar una pesadilla si te toca hacerlo en las horas de más tráfico (que suelen ser casi todas). Y es que en estas peak hours suceden cosas que son de lo más annoying. Aquí describo algunos momentos con los que, imagino, muchos de los que estén leyendo se sentirán identificados.

Crowds: no hay cosa peor que viajar en metro junto a mil personas a la vez. En mi caso además, dada la circunstancia de que mido un metro y medio, verme rodeada de hombros y sin poder ni verle la cara a la gente que tengo alrededor me pone histérica nivel infinito. Y teniendo en cuenta esta incomodidad de base, encima aún hay gente que ve ese un buen momento para leer su libro del commuting y plantártelo en toda la cara sin previo aviso (como curiosidad diré que yo he llegado a ver gente pasando páginas con la boca).

Retrasos: actually sí que hay algo peor que una crowd y esto es una crowd que no se mueve. Y es que cuando estas allí, encajonada por hombros y libros, respirando con cuidado para no gastar el oxígeno y de repente una voz te informa de que no te moverás de ahí durante los siguientes diez minutos es cuando deseas tener la galleta de Alice in Wonderland para poder hacerte minúscula (super mega minúscula en mi caso) y salir de ahí despavorida.

Las mochilas gigantes:
que sí, que sé que la pobre gente que lleva esas mochilas fantásticas y llenas de miles de cosas tiene todo el derecho del mundo a vivir y a viajar de un lado a otro de la ciudad, pero que cuando estás metida en una crowd, rodeada de hombros y libros e inmóvil por un delay, no hay cabida física para las mochilas y lo único que quieres es que se desintegren y se conviertan en polvo de hadas.

No calcular bien el lugar donde se abre la puerta:
esto se convierte en una especie de competición contigo mismo. Sabes que cuanto más cerca estés de la puerta, menos empujones recibirás. Y empiezas a calcular la posición de las puertas con tu mejor ojo matemático (yo he llegado incluso a tener ilusiones ópticas). Y es que sabes que si te equivocas, sufrirás sin duda, pero si no lo haces la sensación de éxito te dará una gratificación que te quitará el agobio a lo largo de las dos paradas siguientes (hasta que vuelvas a dejar de respirar).

3. CURIOSIDADES

Soy una fan de la psicología social y de analizar a todo el que se me pone por delante (sí, sé que a veces puedo resultar un poco scary, pero no puedo negar mi propia naturaleza de social stalker) y aparte de todo lo mencionado previamente, también hay cosas muy curiosas que se ven en el Tube en momentos de menos tránsito, cuando el rush no está tan a flor de piel. Aquí dejo constancia de un par de comportamientos que se repiten muy frecuentemente y que merece la pena recalcar:

Huida del contacto visual:
La gente, cuando se mete bajo tierra, de repente sufre una transformación y evita las miradas directas. Lo que normalmente es un contacto visual y una sonrisa cuando andas por la calle (a mí al menos me pasa mucho), se convierte en un mirar al suelo o al infinito. Como si, cuando estamos en un vagón de metro, mirarnos unos a otros fuera el mayor de los crímenes posibles. Tengo que decir que esto se puede convertir en un juego muy divertido si uno se lo propone. No hay nada mejor que pillar deliberadamente a la gente mirándote y ver como apartan la mirada como si estuvieran cometiendo un delito.

Falta de cortesía: esta es otra transformación que sufren los transeúntes cuando se meten en el Underground. Mientras que normalmente el sorry es un must a cada paso que das en la calle, cuando te metes en el Underground todo esto pega un giro. Debajo de tierra hay libertad de empujar y mirar con cara de odio a todo el que te pase por delante, sin necesidad de decir sorry y sin que esto te califique de unpolite. Debajo de tierra no hay ley, señores y caballeras. Welcome to the wild.

Mujeres maquillándose: este es un clásico y muestra una de las mil maneras de matar el tiempo mientras que vas al trabajo o a salir con tus colegas. Y yo admiro infinitamente a estas mujeres. Porque oigan, hacerse la raya del ojo en un vagón de metro debe ser de las actividades más difíciles del planeta (yo creo que acabaría como un oso panda si me diera por probar).

CONCLUSION

Pasamos mucho tiempo sentados (o de pie apretujándonos unos con otros) en un vagón de tube y sin duda ésta puede convertirse en una experiencia bastante negativa y frustrante en determinadas ocasiones (en bastantes ocasiones, me atrevería a decir), así que espero que con este poquito de historia y anécdotas vuestros trayectos se vuelvan un poco más entretenidos. Aunque solo sea durante un par de paradas (o hasta que alguien os ponga un libro de 500 páginas en la cara).


MIND THE GAP

Sunday, May 14, 2017

Horarios a la inglesa


Cuando decidí venir a vivir a Londres hace unos años (una decisión que todos los que estén leyendo esto saben que es complicada) no esperaba sentir un choque cultural muy intenso. Al fin y al cabo venía de España. Y España es un pais europeo, right? (Y,ojo, que cuando yo llegué aquí, Inglaterra también lo era).Salvo el hecho de que mi vida ahora sería en inglés y que el cielo pasaría todas las mañanas por un filtro de Instagram (uno de los de black and white), el resto no parecía que fuera a cambiar mucho.

Me imaginaba, obviamente, que algunos de los horarios a los que llevaba acostumbrada toda mi vida cambiarían. Principalmente los de las comidas. Pero lo que no se me había pasado por la cabeza en ningún momento es que, algo tan simple como cambiar las horas a las que hacía las cosas (sin necesidad de cambiar las cosas que hacía) impactaría en mi vida de una manera tan espectacular.

Y es que siempre se nos dice que aprovechemos el tiempo, que no perdamos ni un minuto,pero el saber aprovecharlo también depende de los horarios establecidos a priori por el lugar donde estemos y eso es algo que nosotros no podemos controlar. La buena noticia es que estos ingleses te permiten estirar el tiempo hasta el infinito y más allá. Y esto para mí es revolucionario.

1. JORNADA LABORAL

Aquí la vida empieza antes. Y además empieza con una energía apoteósica. A las seis y media de la mañana ya puedes ver gente corriendo por las calles londinenses (y cuando digo corriendo me refiero al correr de hacer ejercicio, al correr de ropa de deporte y zapatillas fosforitas. Al correr que sustituye al dormir una hora más. Al correr que yo intenté hacer una vez y me hizo quedarme casi dormida en el ascensor. Al correr de los campeones). Y es que estos ingleses no se andan con tonterías a la hora de levantarse.

Tras el run matutino reglamentario y meterse un breakfast entre pecho y espalda (el cual veo absolutamente necesario después de tan heroico amanecer) toca un poco de commuting y empieza la jornada laboral.

Aquí la jornada es contínua, y eso, para una Spanish del sur como yo, es absolutamente nuevo. Si bien todo esto ya está empezando a cambiar, yo vengo de un lugar en el que el día se parte por la mitad, un lugar remoto en el que se para a las dos a comer y se vuelve a trabajar a las cinco. Y esto, sin lugar a dudas, es de las cosas más sin sentido que pueden existir. Es como prolongar una agonía, dándote tres horas venidas de la nada para que te lamentes.

Pero aquí en London va todo de corrido. Llegas, trabajas y te vas. Y punto y pelota. Y a las seis de la tarde estás ready para hacer lo que te dé la gana, sin agonías y sin pérdidas de tiempo.

(Nota para profesionales creativos: la jornada laboral puede ser interminable y súper elástica si te dedicas a tabajar en algo que incorpore la creatividad en su quehacer. Da igual de dónde vengas y dónde estés o a dónde vayas. Sorry about that y haberlo pensado antes).

2. HORA DE COMER

Cambiar la hora de trabajar y adaptarse a un horario contínuo no es difícil en absoluto (al menos no lo fue para mí). Desde el primer día empiezas a notar los beneficios de tener todas las tardes libres y te adaptas bastante rápido. Lo difícil viene cuando te metes en otros temas. Más concretamente en temas de comer. Y es que aquí el cuerpo se rebela. Porque si durante toda tu vida has desayunado (poco) a las ocho de la mañana, comido (y mucho) a las 3 de la tarde y cenado (a veces poco, a veces mucho) a las diez de la noche, cuando te sacan un lunch a las doce te sientes más perdido que un pulpo en un garaje.

Yo al principio no tenía hambre a esas horas, obviamente, con lo cual apenas comía, pero cuando llegaban las 4 de la tarde estaba ya starving de la vida y, claro, veía esas pedazo de cakes que se marcan aquí en el tea time (y es que de otra cosa no, pero de cosas dulces esta gente anglosajona sabe una barbaridad) y me comía siete mil. Y la consecuencia de esto es que cuando llegaba la hora de la cena (inglesa) otra vez estaba sin hambre y comía sin ganas, con lo cual a la hora de la cena (española) tenía un cacao culinario mental que ya no sabía si comer o beberme cuatro pintas.

La cosa es que al final el cuerpo se adapta a cualquier cosa y la verdad es que a las pocas semanas ya te ves desayunando judías y mushrooms, comiéndote un mini sándwich a media mañana y cenando como si te fueras al día siguiente a la guerra de Vietnam.

3. OCIO NOCTURNO

El horario de ocio nocturno (y cuando digo nocturno me refiero a todo lo relacionado con las pintas,las medias pintas y demás bebidas con alcohol, y no necesariamente a que tenga que ser de noche) es creo de lo que sientes mas bizarro cuando empiezas a vivir en este país. Para mí, de toda la vida, se había salido de fiesta a las nueve o diez de la noche (si aun no estabas cenado) o a las once o doce (si llevabas la comida puesta de casa). Así que eso de beberse medio litro de cerveza a las seis de la tarde y estar bebiendo gin and tonics a todo trapo a las ocho es de lo más surrealista que podía existir en mi cabeza fiestera. Y ya cuando a las once de la noche no ves ni tres en un burro y dejas de saberte uno de tus dos apellidos no quiero ni contarte.

Y lo más sorprendente es que esta manera de organizar las horas tiene mucho más sentido (salvo por el hecho de que la mayoría de los viernes terminas sin comer desde las doce y eso tiene consecuencias devastadoras en cuestión de efectos del alcohol).Y tiene más sentido porque, cuando a las once de la noche ya no sabes ni de dónde vienes, terminas yéndote a dormir la mona a las doce y eso, amigos míos, es fantástico para aprovechar todos los minutos del día siguiente.

4. OCIO DIURNO

Y es que la única manera de disfrutar del ocio diurno en este país es adaptándose religiosamente al horario del ocio nocturno. Obviamente todo está relacionado. No cabe duda de que si lo hiciéramos todo a la española estaríamos absolutamente perdidos. Porque eso de levantarte a las dos de la tarde un sábado en Inglaterra te deja de repente sin planes en mitad del día. Mientras te levantas, desayunas, te vistes y te trasladas al lugar en cuestión (y aquí eso ya sabemos que suele ser una odisea) los museos, tiendas y exhibitions a los que quieras ir ya habrán cerrado, con lo cual te quedaras en un limbo temporal en el cual no te quedara muy claro qué hacer.

Por eso lo de dormirse a las doce de la noche el día anterior es absolutamente recomendable (y además es straight forward después de todas las pintas vespertinas). A las nueve de la mañana del sábado ya estarás ready para verte la nueva Tate (súper recomendable), comprarte cien pares de calcetines en el Primark, darte un paseo por el mercado de Brixton y, después de todo eso, marcarte un lunch de los de quedarte mirando al cielo. Y lo que venga después, que venga.

CONCLUSIÓN

Sin duda todos somos reacios al cambio y está claro que cuando te incorporas a una nueva cultura horaria la mente y el cuerpo se revolucionan. Y es que, obviamente, a todos nos cuesta darle la vuelta a nuestra vida y dejarla patas arriba hasta estar adaptados a una nueva situación, pero yo sin duda llevaría este cambio a mi país de origen. Tener una vida con un tiempo que de repente se estira, que de repente te da para mucho más es algo bastante positivo, he de decir.


“Para el hombre laborioso, el tiempo es elástico y da para todo. Sólo falta el tiempo a quien no sabe aprovecharlo.”
Gaspar Melchor de Jovellanos