Sunday, May 21, 2017

Analysing The Tube


El hecho de vivir en una ciudad tan gigantesca como Londres hace que, sí o sí, tengas que dejarte el sueldo y la paciencia en el transporte público y, más en concreto, en el metro (a no ser que tengas todo el tiempo del mundo y el alma de Forrest Gump y te dé por ir andando a todas partes). Es cierto que el tube de Londres tiene mucho de positivo (al fin y al cabo sin él no llegaríamos a ninguna parte), pero sin duda no se puede dejar de lado el estrés que supone meterte en esos túneles bajo tierra a la vez que lo hacen miles de personas.

1. HISTORIA

La historia del metro de Londres comienza con la celebración de la Gran Exposición en 1851 cuando se materializó el proyecto de construir accesos subterráneos al centro de la ciudad (un proyecto que surgió de la necesidad de solucionar los problemas de comunicación, logística y congestión surgidos con la llegada de la Revolución Industrial). El avance de la tecnología, en concreto el paso de locomotoras de vapor a trenes eléctricos, fue el impulso definitivo para poder conocer a The Tube, como lo conocemos hoy.

Hoy en día el metro de Londres es la mayor red de trenes metropolitanos del mundo. La longitud total de sus líneas es de 408 kilómetros, de los cuales 181 son bajo tierra. Existen 275 estaciones por las que pasan más de 3 millones de usuarios cada día (3 millones de usuarios con los cuales compartes batalla cuando vas de un lado a otro).

2. PEAK HOURS NIGHTMARE

Un viaje en el Tube de London puede resultar una pesadilla si te toca hacerlo en las horas de más tráfico (que suelen ser casi todas). Y es que en estas peak hours suceden cosas que son de lo más annoying. Aquí describo algunos momentos con los que, imagino, muchos de los que estén leyendo se sentirán identificados.

Crowds: no hay cosa peor que viajar en metro junto a mil personas a la vez. En mi caso además, dada la circunstancia de que mido un metro y medio, verme rodeada de hombros y sin poder ni verle la cara a la gente que tengo alrededor me pone histérica nivel infinito. Y teniendo en cuenta esta incomodidad de base, encima aún hay gente que ve ese un buen momento para leer su libro del commuting y plantártelo en toda la cara sin previo aviso (como curiosidad diré que yo he llegado a ver gente pasando páginas con la boca).

Retrasos: actually sí que hay algo peor que una crowd y esto es una crowd que no se mueve. Y es que cuando estas allí, encajonada por hombros y libros, respirando con cuidado para no gastar el oxígeno y de repente una voz te informa de que no te moverás de ahí durante los siguientes diez minutos es cuando deseas tener la galleta de Alice in Wonderland para poder hacerte minúscula (super mega minúscula en mi caso) y salir de ahí despavorida.

Las mochilas gigantes:
que sí, que sé que la pobre gente que lleva esas mochilas fantásticas y llenas de miles de cosas tiene todo el derecho del mundo a vivir y a viajar de un lado a otro de la ciudad, pero que cuando estás metida en una crowd, rodeada de hombros y libros e inmóvil por un delay, no hay cabida física para las mochilas y lo único que quieres es que se desintegren y se conviertan en polvo de hadas.

No calcular bien el lugar donde se abre la puerta:
esto se convierte en una especie de competición contigo mismo. Sabes que cuanto más cerca estés de la puerta, menos empujones recibirás. Y empiezas a calcular la posición de las puertas con tu mejor ojo matemático (yo he llegado incluso a tener ilusiones ópticas). Y es que sabes que si te equivocas, sufrirás sin duda, pero si no lo haces la sensación de éxito te dará una gratificación que te quitará el agobio a lo largo de las dos paradas siguientes (hasta que vuelvas a dejar de respirar).

3. CURIOSIDADES

Soy una fan de la psicología social y de analizar a todo el que se me pone por delante (sí, sé que a veces puedo resultar un poco scary, pero no puedo negar mi propia naturaleza de social stalker) y aparte de todo lo mencionado previamente, también hay cosas muy curiosas que se ven en el Tube en momentos de menos tránsito, cuando el rush no está tan a flor de piel. Aquí dejo constancia de un par de comportamientos que se repiten muy frecuentemente y que merece la pena recalcar:

Huida del contacto visual:
La gente, cuando se mete bajo tierra, de repente sufre una transformación y evita las miradas directas. Lo que normalmente es un contacto visual y una sonrisa cuando andas por la calle (a mí al menos me pasa mucho), se convierte en un mirar al suelo o al infinito. Como si, cuando estamos en un vagón de metro, mirarnos unos a otros fuera el mayor de los crímenes posibles. Tengo que decir que esto se puede convertir en un juego muy divertido si uno se lo propone. No hay nada mejor que pillar deliberadamente a la gente mirándote y ver como apartan la mirada como si estuvieran cometiendo un delito.

Falta de cortesía: esta es otra transformación que sufren los transeúntes cuando se meten en el Underground. Mientras que normalmente el sorry es un must a cada paso que das en la calle, cuando te metes en el Underground todo esto pega un giro. Debajo de tierra hay libertad de empujar y mirar con cara de odio a todo el que te pase por delante, sin necesidad de decir sorry y sin que esto te califique de unpolite. Debajo de tierra no hay ley, señores y caballeras. Welcome to the wild.

Mujeres maquillándose: este es un clásico y muestra una de las mil maneras de matar el tiempo mientras que vas al trabajo o a salir con tus colegas. Y yo admiro infinitamente a estas mujeres. Porque oigan, hacerse la raya del ojo en un vagón de metro debe ser de las actividades más difíciles del planeta (yo creo que acabaría como un oso panda si me diera por probar).

CONCLUSION

Pasamos mucho tiempo sentados (o de pie apretujándonos unos con otros) en un vagón de tube y sin duda ésta puede convertirse en una experiencia bastante negativa y frustrante en determinadas ocasiones (en bastantes ocasiones, me atrevería a decir), así que espero que con este poquito de historia y anécdotas vuestros trayectos se vuelvan un poco más entretenidos. Aunque solo sea durante un par de paradas (o hasta que alguien os ponga un libro de 500 páginas en la cara).


MIND THE GAP

Sunday, May 14, 2017

Horarios a la inglesa


Cuando decidí venir a vivir a Londres hace unos años (una decisión que todos los que estén leyendo esto saben que es complicada) no esperaba sentir un choque cultural muy intenso. Al fin y al cabo venía de España. Y España es un pais europeo, right? (Y,ojo, que cuando yo llegué aquí, Inglaterra también lo era).Salvo el hecho de que mi vida ahora sería en inglés y que el cielo pasaría todas las mañanas por un filtro de Instagram (uno de los de black and white), el resto no parecía que fuera a cambiar mucho.

Me imaginaba, obviamente, que algunos de los horarios a los que llevaba acostumbrada toda mi vida cambiarían. Principalmente los de las comidas. Pero lo que no se me había pasado por la cabeza en ningún momento es que, algo tan simple como cambiar las horas a las que hacía las cosas (sin necesidad de cambiar las cosas que hacía) impactaría en mi vida de una manera tan espectacular.

Y es que siempre se nos dice que aprovechemos el tiempo, que no perdamos ni un minuto,pero el saber aprovecharlo también depende de los horarios establecidos a priori por el lugar donde estemos y eso es algo que nosotros no podemos controlar. La buena noticia es que estos ingleses te permiten estirar el tiempo hasta el infinito y más allá. Y esto para mí es revolucionario.

1. JORNADA LABORAL

Aquí la vida empieza antes. Y además empieza con una energía apoteósica. A las seis y media de la mañana ya puedes ver gente corriendo por las calles londinenses (y cuando digo corriendo me refiero al correr de hacer ejercicio, al correr de ropa de deporte y zapatillas fosforitas. Al correr que sustituye al dormir una hora más. Al correr que yo intenté hacer una vez y me hizo quedarme casi dormida en el ascensor. Al correr de los campeones). Y es que estos ingleses no se andan con tonterías a la hora de levantarse.

Tras el run matutino reglamentario y meterse un breakfast entre pecho y espalda (el cual veo absolutamente necesario después de tan heroico amanecer) toca un poco de commuting y empieza la jornada laboral.

Aquí la jornada es contínua, y eso, para una Spanish del sur como yo, es absolutamente nuevo. Si bien todo esto ya está empezando a cambiar, yo vengo de un lugar en el que el día se parte por la mitad, un lugar remoto en el que se para a las dos a comer y se vuelve a trabajar a las cinco. Y esto, sin lugar a dudas, es de las cosas más sin sentido que pueden existir. Es como prolongar una agonía, dándote tres horas venidas de la nada para que te lamentes.

Pero aquí en London va todo de corrido. Llegas, trabajas y te vas. Y punto y pelota. Y a las seis de la tarde estás ready para hacer lo que te dé la gana, sin agonías y sin pérdidas de tiempo.

(Nota para profesionales creativos: la jornada laboral puede ser interminable y súper elástica si te dedicas a tabajar en algo que incorpore la creatividad en su quehacer. Da igual de dónde vengas y dónde estés o a dónde vayas. Sorry about that y haberlo pensado antes).

2. HORA DE COMER

Cambiar la hora de trabajar y adaptarse a un horario contínuo no es difícil en absoluto (al menos no lo fue para mí). Desde el primer día empiezas a notar los beneficios de tener todas las tardes libres y te adaptas bastante rápido. Lo difícil viene cuando te metes en otros temas. Más concretamente en temas de comer. Y es que aquí el cuerpo se rebela. Porque si durante toda tu vida has desayunado (poco) a las ocho de la mañana, comido (y mucho) a las 3 de la tarde y cenado (a veces poco, a veces mucho) a las diez de la noche, cuando te sacan un lunch a las doce te sientes más perdido que un pulpo en un garaje.

Yo al principio no tenía hambre a esas horas, obviamente, con lo cual apenas comía, pero cuando llegaban las 4 de la tarde estaba ya starving de la vida y, claro, veía esas pedazo de cakes que se marcan aquí en el tea time (y es que de otra cosa no, pero de cosas dulces esta gente anglosajona sabe una barbaridad) y me comía siete mil. Y la consecuencia de esto es que cuando llegaba la hora de la cena (inglesa) otra vez estaba sin hambre y comía sin ganas, con lo cual a la hora de la cena (española) tenía un cacao culinario mental que ya no sabía si comer o beberme cuatro pintas.

La cosa es que al final el cuerpo se adapta a cualquier cosa y la verdad es que a las pocas semanas ya te ves desayunando judías y mushrooms, comiéndote un mini sándwich a media mañana y cenando como si te fueras al día siguiente a la guerra de Vietnam.

3. OCIO NOCTURNO

El horario de ocio nocturno (y cuando digo nocturno me refiero a todo lo relacionado con las pintas,las medias pintas y demás bebidas con alcohol, y no necesariamente a que tenga que ser de noche) es creo de lo que sientes mas bizarro cuando empiezas a vivir en este país. Para mí, de toda la vida, se había salido de fiesta a las nueve o diez de la noche (si aun no estabas cenado) o a las once o doce (si llevabas la comida puesta de casa). Así que eso de beberse medio litro de cerveza a las seis de la tarde y estar bebiendo gin and tonics a todo trapo a las ocho es de lo más surrealista que podía existir en mi cabeza fiestera. Y ya cuando a las once de la noche no ves ni tres en un burro y dejas de saberte uno de tus dos apellidos no quiero ni contarte.

Y lo más sorprendente es que esta manera de organizar las horas tiene mucho más sentido (salvo por el hecho de que la mayoría de los viernes terminas sin comer desde las doce y eso tiene consecuencias devastadoras en cuestión de efectos del alcohol).Y tiene más sentido porque, cuando a las once de la noche ya no sabes ni de dónde vienes, terminas yéndote a dormir la mona a las doce y eso, amigos míos, es fantástico para aprovechar todos los minutos del día siguiente.

4. OCIO DIURNO

Y es que la única manera de disfrutar del ocio diurno en este país es adaptándose religiosamente al horario del ocio nocturno. Obviamente todo está relacionado. No cabe duda de que si lo hiciéramos todo a la española estaríamos absolutamente perdidos. Porque eso de levantarte a las dos de la tarde un sábado en Inglaterra te deja de repente sin planes en mitad del día. Mientras te levantas, desayunas, te vistes y te trasladas al lugar en cuestión (y aquí eso ya sabemos que suele ser una odisea) los museos, tiendas y exhibitions a los que quieras ir ya habrán cerrado, con lo cual te quedaras en un limbo temporal en el cual no te quedara muy claro qué hacer.

Por eso lo de dormirse a las doce de la noche el día anterior es absolutamente recomendable (y además es straight forward después de todas las pintas vespertinas). A las nueve de la mañana del sábado ya estarás ready para verte la nueva Tate (súper recomendable), comprarte cien pares de calcetines en el Primark, darte un paseo por el mercado de Brixton y, después de todo eso, marcarte un lunch de los de quedarte mirando al cielo. Y lo que venga después, que venga.

CONCLUSIÓN

Sin duda todos somos reacios al cambio y está claro que cuando te incorporas a una nueva cultura horaria la mente y el cuerpo se revolucionan. Y es que, obviamente, a todos nos cuesta darle la vuelta a nuestra vida y dejarla patas arriba hasta estar adaptados a una nueva situación, pero yo sin duda llevaría este cambio a mi país de origen. Tener una vida con un tiempo que de repente se estira, que de repente te da para mucho más es algo bastante positivo, he de decir.


“Para el hombre laborioso, el tiempo es elástico y da para todo. Sólo falta el tiempo a quien no sabe aprovecharlo.”
Gaspar Melchor de Jovellanos

Sunday, May 7, 2017

Razones surrealistas para no dejar London


Desde el primer día que llegué a Londres, allá por junio de 2007, he tenido siempre una sensación imposible de comprender y que se ha convertido en uno de los grandes nonsenses de mi existencia. Una sensación que me ha estado volviendo loca desde hace unos cuantos años (más loca de lo que ya estaba previamente, que ya es decir). Una sensación que por mucho que me empeño no cambia jamás y que estoy, por lo que parece, destinada a seguir teniendo en bucle forever and ever (o hasta que me dé por volverme loca del todo y dar un giro de 180 grados inesperado a mi vida, lo cual no tengo claro si ocurrirá en esta vida o dentro de otras cinco). Esta sensación, para el que me esté leyendo, es la sensación de querer irme de esta ciudad todo el tiempo y a la vez no querer irme nunca en mi vida. Una sensación de amor y odio, de noche y día, de luna y sol, de sí y no, de blanco y negro, de arriba y abajo, de ni contigo ni sin tí... Y es que esta es una ciudad que, por razones inexplicables, te va llevando a sentimientos extremos. Sentimientos que van cambiando dependiendo de hacia donde vaya el viento (o la lluvia). Y bueno, supongo que en realidad sigo aquí porque lo positivo gana (o porque a lo mejor este es un mundo paralelo del que nunca se puede salir, como el de Dragones y Mazmorras). Sea como sea, he decidido a hacer una lista de las cosas más amazing de Londres y de esa manera comprender al menos la parte de mí que no se separa de aquí ni con una espátula.

1. LAS NUEVAS COMODIDADES

Analicemos primero algunas de las comodidades que tiene vivir en una ciudad como Londres (comodidades “del día a día”). Aquí dejo un top 3.

El cash back: no hay cosa más maravillosa que el hecho de que tu Tesco sea también tu cash point. Creo que cuando uno descubre que aquí se le puede pedir dinero a la cajera cuando se termina de hacer la compra del día a uno la vida se le hace muchísimo más fácil y fantástica. Y es que en ese momento el concepto de sacar dinero pasa a otra dimensión y la comodidad que esa dimensión aporta es absolutamente inenarrable.

La kettle: no hay invento mejor que este. Y es que no eres consciente de la cantidad de favores que te hace una kettle hasta que tienes una. Tener agua hirviendo en menos que canta un gallo es algo fabuloso. Y no, no solo se necesita agua hirviendo para hacer te (aunque sin duda esta es la main reason por la cual los ingleses la tienen en todas partes), sino que hay mil y un usos más. Poder hervir pasta y tenerla ready en un segundo, hacerse una limpieza de cutis casera un domingo por la tarde, desatascar una tubería de los años sesenta, quitar una mancha de vino del día anterior. Todo esto es de un useful imparable.

Comprar en la sección de productos a punto de caducar: el que diga que esto no produce un placer indescriptible, miente. Esta opción no está en todos los países (o al menos yo jamás lo he visto en el mío). Yo lo describiría como comprar en el límite del bien y del mal, sabiendo que si no te comes lo adquirido ese día ya no podrás comértelo nunca más. Pero este es un riesgo que se suple con el placer de pagar un precio ínfimo por algo por lo que otras personas pagaron el triple (porque no tuvieron la paciencia que tú tuviste de esperar a que estuviera en la zona de caducidad inminente).

2. COSAS NECESARIAS INNECESARIAS

Sin duda en esta ciudad hay miles de cosas que a uno no se le han pasado por la cabeza ni ha requerido jamás, pero, estas cosas, desde la primera vez que se tiene acceso a ellas se convierten en algo necesario de manera mágica. Aquí otro top 3.

Tarjetas de felicitación: aquí, para cualquier día, para cualquier ocasión, para cualquier cosa que quieras felicitar, para cualquier situación en la que quieras dar las gracias, o mostrar reconocimiento, o apoyo, o fe, o amor, o whatever the hell you want, tienes una tarjeta ya hecha. Y además con el diseño que te dé la gana (lo cual es rizar el rizo hasta el infinito y mas allá). Todos los colores, tamaños, texturas, diseños, dibujos, fotos, tipografías, textos. Un sinfín de creatividad que te deja hasta extasiado y que te vuelve un adicto a regalar una tarjeta a cada paso que das.

Flores en el supermercado:
y es que en el lugar de donde yo vengo el tema de las flores se da 4 veces al año (y eso si eres muy afortunado). Aquí, sin embargo, no solo te regalan flores cada dos por tres y sin venir a cuento, sino que además te las puedes regalar tu mismo cada día. Ir a cualquier supermercado y comprarte un montón de floripondios por una cantidad mínima de pounds es una gozada de las que uno no se puede privar cuando la descubre.

Viajar en autobús urbano de dos pisos: esto no es tan innecesario, ya que estos dos pisos permiten llevar a mucha más gente en el autobús, pero este tipo de autobuses no se ven en otros sitios y la sensación de emoción infantil interna que te da cada vez que subes la escaleras y te sitúas en el segundo piso de uno de ellos (especialmente si te colocas delante del todo y sientes como si fueras el conductor) te tele transporta a tus más añorados momentos de la infancia.

3. EL BRITISH SUMMER

Dejando de lado las razones anteriores (aunque sin duda explican mucho el porqué de no moverme de aquí), creo que hay algo que influye más. Mucho más. Y este algo es el verano londinense. Cuando ya estás a punto de coger las maletas y salir corriendo harta de invierno es cuando llega el buen clima y transforma la ciudad. Y sería imposible redactar todo lo que se puede hacer en un British summer entero, pero de nuevo os dejo mi top 3.

Festivales: aquí la que escribe adora la música a niveles cósmicos. La música y la gente. Así que cuando alguien me mezcla gente y música consigue darme todo el placer necesario para explotar. Y es que otra cosa no, pero festivales de música en Londres hay hasta decir basta (y los hay de todo tipo). No hay nada mejor que pegarse un día de verano londinense en un parque, en mitad de la naturaleza, escuchando música y bailando como un piojo salvaje.

Barbacoas: esto es lo que yo llamo una house party en versión veraniega. Lo más curioso de las barbacoas es que el concepto consiste en ir a casa de otro a cocinar tu propia comida (a no ser que vayas a una más posh, que también las hay). Pero por supuesto para esto necesitas que alguien se haya pasado un rato (mucho rato) encendiendo la barbacoa, cosa que por lo que parece es de las más difíciles que existen en el planeta Tierra, así que muchas veces terminas solo bebiendo y lo de la barbacoa queda como algo simbólico. Pero un montón de gente metida en una casa (más bien en un garden) bebiendo, socializando y pasándolo maravillosamente es suficiente para aguantar unas horas sin comer (o comiendo miles de doritos).

Rooftop terraces: las hay en todas las zonas de Londres (aunque en Peckham y Dalston están mis favoritas). Sin duda ser partícipe de una puesta de sol en condiciones, con vistas a toda la arquitectura monumental de Londres (si puede aparecer St Paul’s Cathedral mejor) y acompañar todo esto por un buen Aperol Spritz (o uno detrás de otro) convierte el final de los días veraniegos en una experiencia de lo más reconfortante. Y es que no hay nada como recibir energía en forma de atardecer.

CONCLUSIÓN

Después de hacer toda esta lista, como cualquiera puede imaginar, tengo uno de esos momentos en los que no me quiero ir de aquí jamás en la vida (y a eso hay que sumarle que el sol lleva saliendo cuatro días seguidos). Y aunque también sé que en menos que cae un rayo se me irá la mente al dark side, he decidido que cuando eso ocurra escribiré la lista de razones por las que me iría corriendo de aquí. Y, quién sabe, a lo mejor en ese momento, al tenerlo todo written down, de repente descubro para donde se inclina la balanza, o a lo mejor, y ciertamente esta opción es más probable, descubro que en Londres te mantienes por una simple cuestión de equilibrio cósmico.



I love/hate London