Sunday, May 14, 2017

Horarios a la inglesa


Cuando decidí venir a vivir a Londres hace unos años (una decisión que todos los que estén leyendo esto saben que es complicada) no esperaba sentir un choque cultural muy intenso. Al fin y al cabo venía de España. Y España es un pais europeo, right? (Y,ojo, que cuando yo llegué aquí, Inglaterra también lo era).Salvo el hecho de que mi vida ahora sería en inglés y que el cielo pasaría todas las mañanas por un filtro de Instagram (uno de los de black and white), el resto no parecía que fuera a cambiar mucho.

Me imaginaba, obviamente, que algunos de los horarios a los que llevaba acostumbrada toda mi vida cambiarían. Principalmente los de las comidas. Pero lo que no se me había pasado por la cabeza en ningún momento es que, algo tan simple como cambiar las horas a las que hacía las cosas (sin necesidad de cambiar las cosas que hacía) impactaría en mi vida de una manera tan espectacular.

Y es que siempre se nos dice que aprovechemos el tiempo, que no perdamos ni un minuto,pero el saber aprovecharlo también depende de los horarios establecidos a priori por el lugar donde estemos y eso es algo que nosotros no podemos controlar. La buena noticia es que estos ingleses te permiten estirar el tiempo hasta el infinito y más allá. Y esto para mí es revolucionario.

1. JORNADA LABORAL

Aquí la vida empieza antes. Y además empieza con una energía apoteósica. A las seis y media de la mañana ya puedes ver gente corriendo por las calles londinenses (y cuando digo corriendo me refiero al correr de hacer ejercicio, al correr de ropa de deporte y zapatillas fosforitas. Al correr que sustituye al dormir una hora más. Al correr que yo intenté hacer una vez y me hizo quedarme casi dormida en el ascensor. Al correr de los campeones). Y es que estos ingleses no se andan con tonterías a la hora de levantarse.

Tras el run matutino reglamentario y meterse un breakfast entre pecho y espalda (el cual veo absolutamente necesario después de tan heroico amanecer) toca un poco de commuting y empieza la jornada laboral.

Aquí la jornada es contínua, y eso, para una Spanish del sur como yo, es absolutamente nuevo. Si bien todo esto ya está empezando a cambiar, yo vengo de un lugar en el que el día se parte por la mitad, un lugar remoto en el que se para a las dos a comer y se vuelve a trabajar a las cinco. Y esto, sin lugar a dudas, es de las cosas más sin sentido que pueden existir. Es como prolongar una agonía, dándote tres horas venidas de la nada para que te lamentes.

Pero aquí en London va todo de corrido. Llegas, trabajas y te vas. Y punto y pelota. Y a las seis de la tarde estás ready para hacer lo que te dé la gana, sin agonías y sin pérdidas de tiempo.

(Nota para profesionales creativos: la jornada laboral puede ser interminable y súper elástica si te dedicas a tabajar en algo que incorpore la creatividad en su quehacer. Da igual de dónde vengas y dónde estés o a dónde vayas. Sorry about that y haberlo pensado antes).

2. HORA DE COMER

Cambiar la hora de trabajar y adaptarse a un horario contínuo no es difícil en absoluto (al menos no lo fue para mí). Desde el primer día empiezas a notar los beneficios de tener todas las tardes libres y te adaptas bastante rápido. Lo difícil viene cuando te metes en otros temas. Más concretamente en temas de comer. Y es que aquí el cuerpo se rebela. Porque si durante toda tu vida has desayunado (poco) a las ocho de la mañana, comido (y mucho) a las 3 de la tarde y cenado (a veces poco, a veces mucho) a las diez de la noche, cuando te sacan un lunch a las doce te sientes más perdido que un pulpo en un garaje.

Yo al principio no tenía hambre a esas horas, obviamente, con lo cual apenas comía, pero cuando llegaban las 4 de la tarde estaba ya starving de la vida y, claro, veía esas pedazo de cakes que se marcan aquí en el tea time (y es que de otra cosa no, pero de cosas dulces esta gente anglosajona sabe una barbaridad) y me comía siete mil. Y la consecuencia de esto es que cuando llegaba la hora de la cena (inglesa) otra vez estaba sin hambre y comía sin ganas, con lo cual a la hora de la cena (española) tenía un cacao culinario mental que ya no sabía si comer o beberme cuatro pintas.

La cosa es que al final el cuerpo se adapta a cualquier cosa y la verdad es que a las pocas semanas ya te ves desayunando judías y mushrooms, comiéndote un mini sándwich a media mañana y cenando como si te fueras al día siguiente a la guerra de Vietnam.

3. OCIO NOCTURNO

El horario de ocio nocturno (y cuando digo nocturno me refiero a todo lo relacionado con las pintas,las medias pintas y demás bebidas con alcohol, y no necesariamente a que tenga que ser de noche) es creo de lo que sientes mas bizarro cuando empiezas a vivir en este país. Para mí, de toda la vida, se había salido de fiesta a las nueve o diez de la noche (si aun no estabas cenado) o a las once o doce (si llevabas la comida puesta de casa). Así que eso de beberse medio litro de cerveza a las seis de la tarde y estar bebiendo gin and tonics a todo trapo a las ocho es de lo más surrealista que podía existir en mi cabeza fiestera. Y ya cuando a las once de la noche no ves ni tres en un burro y dejas de saberte uno de tus dos apellidos no quiero ni contarte.

Y lo más sorprendente es que esta manera de organizar las horas tiene mucho más sentido (salvo por el hecho de que la mayoría de los viernes terminas sin comer desde las doce y eso tiene consecuencias devastadoras en cuestión de efectos del alcohol).Y tiene más sentido porque, cuando a las once de la noche ya no sabes ni de dónde vienes, terminas yéndote a dormir la mona a las doce y eso, amigos míos, es fantástico para aprovechar todos los minutos del día siguiente.

4. OCIO DIURNO

Y es que la única manera de disfrutar del ocio diurno en este país es adaptándose religiosamente al horario del ocio nocturno. Obviamente todo está relacionado. No cabe duda de que si lo hiciéramos todo a la española estaríamos absolutamente perdidos. Porque eso de levantarte a las dos de la tarde un sábado en Inglaterra te deja de repente sin planes en mitad del día. Mientras te levantas, desayunas, te vistes y te trasladas al lugar en cuestión (y aquí eso ya sabemos que suele ser una odisea) los museos, tiendas y exhibitions a los que quieras ir ya habrán cerrado, con lo cual te quedaras en un limbo temporal en el cual no te quedara muy claro qué hacer.

Por eso lo de dormirse a las doce de la noche el día anterior es absolutamente recomendable (y además es straight forward después de todas las pintas vespertinas). A las nueve de la mañana del sábado ya estarás ready para verte la nueva Tate (súper recomendable), comprarte cien pares de calcetines en el Primark, darte un paseo por el mercado de Brixton y, después de todo eso, marcarte un lunch de los de quedarte mirando al cielo. Y lo que venga después, que venga.

CONCLUSIÓN

Sin duda todos somos reacios al cambio y está claro que cuando te incorporas a una nueva cultura horaria la mente y el cuerpo se revolucionan. Y es que, obviamente, a todos nos cuesta darle la vuelta a nuestra vida y dejarla patas arriba hasta estar adaptados a una nueva situación, pero yo sin duda llevaría este cambio a mi país de origen. Tener una vida con un tiempo que de repente se estira, que de repente te da para mucho más es algo bastante positivo, he de decir.


“Para el hombre laborioso, el tiempo es elástico y da para todo. Sólo falta el tiempo a quien no sabe aprovecharlo.”
Gaspar Melchor de Jovellanos

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